Su nombre es Duffy, y es nuestro fiel y leal acompañante de todos los días.
Fue a inicios del 2017, en una visita por San Antonio de los Baños, cuando Julio y su amigo Alejandro la vieron por primera vez, y asustaba sólo de mirarla.
Cuando llegó a nuestro taller era tan pero tan fea que todos pedimos devolverla. Sólo Julio pudo ver en la distancia cómo quedaría finalmente; nadie podía imaginar que de aquella camioneta sin puertas, sin guardafangos traseros y con cama de madera pudiera salir la camioneta Chevrolet de 1938 que es hoy.
Su restauración fue muy rápida
Teníamos el problema de buscar algún medio de trasporte para movernos diariamente, pues todos los autos cuando terminaban de restaurarse salían a pasear turistas y sus restauradores volvían a quedarse a pie, de ahí que aunque fue uno de los coches en mas malas condiciones adquiridos, en el taller todo se paralizó para terminarla en tiempo record y en tan solo 3 meses ya estaba terminada, gracias al arduo trabajo de Maykel, Juan (Ruso) y Albertico. El presupuesto también era limitado, pues no podían hacerse grandes inversiones en un auto que después no se pondría a trabajar directamente con el turismo. Por ello, casi todas sus partes y piezas fueron fabricadas de cero por nuestros mecánicos y chapistas, sin grandes gastos en importaciones.
En la Actualidad
Todos tanto nacionales como extranjeros se quedan boca abiertos a su paso. Es impresionante pues parece un carrito de juguetes, pero tan fuerte a la vez que se convirtió en nuestro auto imprescindible: lo mismo podemos usarla para una sesión de fotografía en bodas campestres que para cargar los más pesados equipos que se necesitan en el taller. Duffy es, sin dudas, una campeona.